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Marcela Gaete: «Creo que se requiere un gran esfuerzo para que la enseñanza de la filosofía se constituya en un aliado de una cultura no sexista, pues la tradición occidental que nos ha enseñado refuerza lo contrario»

28 mayo, 2018

La académica de la Universidad de Chile, Marcela Gaete, fue la invitada que abrió las Jornadas de Reflexión Femenina, que organizó el Colectivo Feminista de estudiantes de filosofía. Su ponencia se centró en lo primordial que es la enseñanza de la filosofía para vivir en un mundo mejor.

 -¿A qué se refiere la “importancia epistémica-política” que poseería, desde tu reflexión, ¿la enseñanza de la filosofía?

-Desde mi perspectiva la enseñanza de la filosofía siempre está comprometida ideológica y políticamente, cuestión que no siempre tenemos tan claro las y los docentes de la asignatura, pero que parece evidente si observamos las prácticas pedagógicas que llevamos a cabo. Si bien, todos debemos desarrollar un mismo programa mínimo obligatorio, hay un espacio dado por la selección de los recursos, las actividades, los ejemplos, en fin, por las decisiones didácticas a las que estamos “condenados” en cada clase. Siempre se “cuela” en la acción didáctica nuestra forma de ver el mundo, nuestros marcos de valores y creencias, nuestra perspectiva política, la que se traspasa a los estudiantes, en el denominado currículo oculto.  Las clases de filosofía traspasan un relato de la cultura. En cada clase se despliega un mensaje, por ejemplo, que la filosofía es propia del hombre, blanco, europeo, de elite, por tanto aprender lo que pensaron los filósofos nos permite acercarnos a las más grandes ideas que surgieron en Grecia, principalmente con Sócrates, Platón y Aristóteles. Sin decir, que esas ideas corresponden al proyecto metafísico impuesto por ciertos intereses de poder que invisibilizaron otra perspectiva epistemológica y política representada  -por ejemplo, por Heráclito-, de modo que lo que conocemos por filosofía es lo que nos ha llegado por los textos que no fueron quemados ni desaparecidos.  O bien, que los pueblos originarios de nuestra América y las mujeres de diversos continentes también desarrollaron pensamiento filosófico sobre el origen del universo, la temporalidad, el bien y el mal, la existencia, la posición del ser humano en el mundo, etc. En este sentido el relato que desplegamos en nuestras clases está anclado en una cierta colocación en el mundo, como plantea el filósofo chileno Hugo Zemelman. Colocación que siempre es epistémica y política y que va constituyendo parte de los referentes que tienen presente las y los jóvenes para construir su propia colocación en el mundo. Por ello, la importancia,

-¿Crees que esa importancia puede vincularse con la situación de constante cuestionamiento sobre la necesidad de la enseñanza de la filosofía en las escuelas a nivel nacional?

-Me parece que el cuestionamiento viene más bien de los grupos de poder que de la sociedad en su conjunto, como ha quedado evidenciado en la defensa transversal que la comunidad nacional realizó ante el reciente intento por suprimir la asignatura del plan común. Por supuesto que la sola posibilidad que la reflexión y desnaturalización de los marcos referenciales se ponga en circulación en una sala de clases, ya es suficiente para que los grupos de poder cuestionen su presencia. Lamentablemente, no siempre la clase de filosofía ha colaborado en descolocar a los y las estudiantes de los referentes hegemónicos en los que están siendo formados, por ejemplo, con la transmisión de lógicas patriarcales arraigadas. Muchas veces la clase de filosofía ha servido a los mismos intereses de poder, pues traspasa una forma de ver y entender el mundo que refuerza el orden dominante. Muchas veces la clase de filosofía ha colaborado a inscribirnos en referentes culturales “prestados” e impuestos, y no a comprender nuestra forma de entender, vivir, habitar y transitar en el mundo, en esta geografía, en estos espacios simbólicos, con esta historicidad y con nuestros cuerpos y colores. Con ello invisibilizamos la propia comprensión de los que somos, creyendo que nuestra historia es esa historia de otros.

-En esta misma línea, ¿crees que los profesores y profesoras de filosofía en Chile están siendo formados pensando en su potencial transformador de la sociedad, dado su rol fundamental como “formadores de subjetividades”?

-Me parece que todos las y los docentes, seamos o no de filosofía, somos parte de la construcción de subjetividades. Quienes somos se constituye de una inmensidad de presentes, de relaciones, de experiencias. Las y los profesores estamos en la experiencia de muchos niños, niñas y jóvenes. Creo que en la formación docente no hemos tomado conciencia de esto. Un profesor puede significar mucho en la vida de un estudiante, para bien o para mal, incluso sin que la o el estudiante tenga plena conciencia de ello, así como nosotros no tenemos plena conciencia de todos y todas quienes han ido dejando huellas en nuestra subjetividad. Somos quienes somos, por las innumerables relaciones intersubjetivas que nos han marcado. La acción docente se juega, nada más y nada menos, que en las relaciones de formación que entablamos con otros y otras. La responsabilidad está dada por el poder que implica ser parte de la experiencia de formación de otro. Tenemos un poder inmenso, no de transformar a los otros, sino de transformarnos a nosotros mismos, y con ello, ejercer otras prácticas que colaboren jaquear los referentes que van dejando huellas de sumisión y subalternidad en la subjetividad de las nuevas generaciones.

-¿Cuál ha sido el rol de las mujeres en el mundo de la filosofía en nuestro país? ¿Podría pensarse el espacio de la enseñanza de la filosofía como un aliado para avanzar en una cultura no sexista?

-Las mujeres no hemos sido aceptadas en los espacios institucionales de la filosofía, pues la exigencia es que dejes de hablar con palabra de mujer. En mi propia experiencia, el modo en que la filosofía académica me delimitó a pensar, escribir, decir, estar y transitar por la filosofía me fue aprisionando y acorralando. Mis estudios de Magíster en Filosofía con mención en Epistemología me mostraron que ese no era mi lugar, a pesar de que me gradúe con excelentes calificaciones.  Solo me he atrevido a hablar en voz alta, a reflexionar desde otros lugares y con otras palabras desde la pedagogía. Desde allí me siento con mayor libertad. Creo que el mundo de la filosofía no se ocupa ni preocupa de expulsar a alguien que ya está afuera. Desde la esquina se puede decir lo que es imposible desde adentro. Creo que he podido desplegar reflexiones auténticamente filosóficas desde mis estudios y práctica en pedagogía, más que en los espacios institucionales de la filosofía que habité. Creo que se requiere un gran esfuerzo para que la enseñanza de la filosofía se constituya en un aliado de una cultura no sexista, pues la tradición occidental que nos han enseñado refuerza lo contrario. Se requiere de una apertura, que va a tomar varias décadas, para que la palabra de mujer pueda tener algún valor. No se trata solo de que más mujeres sean profesoras de filosofía o de leer textos de mujeres, se trata descolonizar el pensamiento y la subjetividad, y esos son procesos muy lentos, que requieren abrir otros horizontes de posibilidad.

-¿Cuáles son, a partir de tus conocimientos, las habilidades o contenidos que desarrollaría el pensar filosófico en los estudiantes de enseñanza media?

-Nos han enseñado como catecismo a las y los docentes que hay que centrar los esfuerzos en el desarrollo de habilidades y competencias pues estamos en la era de la información. ¡No estoy de acuerdo con esto! Creo que la verdadera lucha es por los contenidos, nuestros contenidos, los contenidos de los pueblos, los contenidos que construyen nuestra subjetividad, nuestra memoria e identidad. Las habilidades vacías de contenido son como eso no-lugares, que son de todas partes y de ninguna, sin identidad, sin menoría.  Por eso cuando se afirma que la filosofía debe desarrollar la reflexión crítica, el asombro, la sospecha, la pregunta, inmediatamente agrego, reflexión crítica sobre qué, asombro de qué, sospecha de quién, pregunta centrada en qué. Somos nuestros contenidos. Por ello, el orden dominante impone la cultura de la globalización, la estética del no-lugar, la enseñanza basada en habilidades. Es una forma líquida, como diría Bauman, de mantener la dominación de nuestra subjetividad. El pensar filosófico tendría que indagar en los contenidos que nos constituyen, en los relatos que nos han configurado, tendría que colaborar en la co-construcción de nuestros contenidos. El pensar filosófico es puro contenido.

-¿Qué tipo de contenidos crees que podrían ser interesantes de incluir en los currículums para la enseñanza de la filosofía en la enseñanza media, tomando en cuenta la diversidad de contextos de los estudiantes a nivel nacional?

-Me parece importante contextualizar los planteamientos filosóficos, es decir, comprender las diversas preguntas y respuestas que los seres humanos, hombres y mujeres, de todo el planeta hemos construido en relación con la vida y la muerte, la existencia, el bien y el mal, el origen del universo, la vida en sociedad, la temporalidad, etc. Eso significa no solo revisar los planteamientos de los griegos o de los hombres europeos, sino también los planteamientos de la filosofía oriental, africana, latinoamericana, de nuestros pueblos originarios.

También, me parece importante que la clase de filosofía permita clarificar nuestros marcos referenciales y nuestra colocación epistémico-política, que no es la misma si te sientes perteneciente a un pueblo originario, a una zona urbana o a una zona rural. Se trata de una enseñanza de la filosofía situada, porque somos seres que transitamos en una historicidad, habitantes de una geografía social y política particular, con un cuerpo especifico y un modo de entender el mundo y vivir en él, lo que conlleva reflexiones diferentes, preguntas y respuestas otras. Así como, parece existir un modo griego, alemán o francés de filosofía, creo que también debe haber un modo arraigado en la historia y territorio de todo quien se aventura a pensar por sí mismo y por sí misma. Me parece que este sería un modo de descolonizar la violencia epistémica incrustada en la enseñanza de la filosofía y, por tanto, un modo no sexista, ni racista, mi machista, ni academicista de abordar la clase.