
Ana María Ledezma se incorpora al Departamento de Historia UAH: “Si la cultura fueran bacterias, el mejor caldo de cultivo son los sectores populares”
Ana María Ledezma es licenciada en Historia y Magíster en Estudios Latinoamericanos, ambos por la Universidad de Chile, además, es Doctora en Historia por la Freie Universität-Berlin (Alemania). Sus temáticas de investigación se han centrado en las representaciones sociales circulantes a través de publicaciones periódicas y de ocasión.
Durante los últimos años, sus intereses analíticos se han enfocado en las marcas genéricas de la reelaboración simbólica de lo nacional a través de los impresos populares en el Chile durante el cambio al siglo XX para, a partir de este año, profundizar en la construcción de nacionalismos populares en clave interseccional y el rol de la formación lectora en ella. La académica, además, se adjudicó, como co-investigadora un proyecto que abordará la construcción transnacional del cuplé y la figura de las mujeres cultoras de este género y, como co-ejecutora, se encuentra realizando un Fondart sobre Juan Bautista Peralta y la escena musical-impresora de inicios del siglo XX.
Quisimos conocer más sobre su línea de investigación, su motivación por estudiar la historia y cultura popular y su experiencia en la UAH.
¿Qué fue lo que inicialmente te atrajo hacia el estudio de la historia y te motivó a elegir esta disciplina como tu campo de estudio?
Mi primer vínculo significativo con la disciplina fue gracias a mi profesor de Historia durante la enseñanza media. Don Jorge Veliz era un normalista que contaba con amor y gracia los devenires del pasado. Añadía anécdotas o poemas a sus relatos con un vozarrón imponente y aterciopelado que te transportaba.
Lo que me motivó fue la convicción de que, si hacía algo que realmente me gustaba, no me podía ir mal, pensamiento propio de una juventud plagada de candidez y valentía que hoy veo en las y los estudiantes con admiración.
¿Cómo crees que el estudio de la historia puede contribuir al entendimiento del presente y al futuro?
No es que pueda contribuir, es que lo contiene. Así como las partículas y elementos presentes en el Big Bang son parte de las células que contienen nuestros cuerpos y serán parte de las de nuestros nietos/as, el pasado nos constituye, nos hace ser quienes somos, junto con nuestras decisiones. Cuando se presentan encrucijadas en la vida, cuando hay aspectos que nos remueven o gatillan sensaciones incómodas, nos sentimos conminados a entendernos y reflexionar sobre nuestras acciones o sentires, acudimos a nuestra formación, a nuestra infancia, a los lazos familiares, las presencias y ausencias significantes; acudimos a nuestra historia para lograr vernos con franqueza, sin máscaras ni armaduras y transformarnos o perseverar. Creo que esto mismo podemos aplicarlo en diversas escalas, pueden ser estructurales como nación o hebras constitutivas que levantemos en nuestra mirada, como el género.
¿Podrías hablarnos sobre tus proyectos de investigación actuales y cómo se relacionan con su especialidad en historia?
Actualmente estoy en tres proyectos de investigación, todos sobre la historia cultural de lo social.
En el Fondecyt de Iniciación del que soy responsable (11231048), estoy investigando la construcción de nacionalismos populares durante el cambio al siglo XX en nuestro país, desde los impresos “de ocasión”, textos pensados como efímeros y para el consumo popular.
Los otros dos proyectos son parte del equipo de trabajo que formamos con el Dr. Tomás Cornejo de la UMCE. Soy co-investigadora en su Fondecyt Regular (1231716) y coejecutora en el Fondart de investigación y registro de la música (626083). Este último rescata y pone en valor los cancioneros del poeta popular Juan Bautista Peralta (1900-1930), dando cuenta del proceso de modernización musical a través de la producción impresa del vate y la diversidad de ritmos y sones que la componen.
El Fondecyt sigue esta veta musical pero ahora dentro de la lógica del espectáculo y centrada en la figura de las cupletistas en nuestro país (1900-1935). El cuplé es un “subgénero” de la zarzuela, de gran éxito y que generaba conexiones y movilidades en el espacio iberoamericano. Las actitudes modernas de audiencias y artistas, decantan en la generación de un espectáculo transnacional cuyas protagonistas se transformaron en las “primeras celebridades de la cultura de masas” como las definiera Gloria Durán.
La abrumadora mayoría del corpus documental en que se basan estos proyectos son impresos de poco valor, desechados por otros investigadores como fuentes válidas. Muchas veces anónimos, prensados en grandes imprentas, con “vocación comercial” y contenido que privilegia lo recreativo por sobre lo educativo o moral, una especie de fast food de la cultura ¿cómo es que estos documentos se transforman en fuentes? ¿cómo desentrañar en ellos lo “propio del pueblo” como diría Lenz?. Aquí es cuando inicia el oficio y la metodología viene en auxilio para diseccionar estos cuerpos impresos, desde las manos que les construyen, las voces que les anuncian, que les leen a viva voz, los trenes que les reparten; para sumergirnos luego en sus entrañas y descubrir su capacidad de interpelación, sus contenidos polifónicos, transnacionales y locales, mixtos y rudos, como crisol mestizo.
Finalmente, pasamos de la tinta a la sangre: la abrumadora presencia en la ciudad letrada de este tipo de impresos nos permite descubrir a esos otros habitantes de la misma, los sentidos sociales que ellos levantaron y consumieron y la elaboración de subjetividades (con marcas genéricas, étnicas, sociales, regionales…) que nos permiten reconstruir ese Chile pretérito con mayor riqueza y diversidad.
Respecto a las áreas de estudio: ¿Cómo es la interacción cultural popular en la construcción de la identidad nacional?
Creo que tu enunciado habla de la relevancia de preguntarnos sobre la identidad: ¿la cultura no es parte de la identidad? ¿Son autónomos e interactúan? ¿lo nacional no incluye lo popular?.
Mientras se avecinaba el centenario, la oligarquía se aprestaba a celebrarlo a lo grande. El problema era qué levantaban como “propiamente chileno”, ellos, con sus ansias cosmopolitas, poco podían aportar, entonces, dónde encontrar lo que nos diferenciaba de las otras naciones…
Si la cultura fueran bacterias, el mejor caldo de cultivo son los sectores populares. El pueblo de Chile en medio de sus migraciones y precariedades, de los lazos de solidaridad en contextos de resistencia -y no me refiero a la política, sino a la sobrevivencia- propició no solo la mezcla, sino la apropiación significativa de todos los referentes culturales que recalaban en nuestras costas, también de los aportes de las poblaciones autóctonas. De allí que, por ejemplo, el “español de Chile” fue materia de investigación y acalorado debate académico. El uso de lo popular, su incorporación significante y simbólica, se transformó en lo que García Canclini denominó “operaciones científicas y políticas”: escenificamos las producciones culturales emergidas desde los sectores populares en lo público resignificándolas a partir de su inclusión y transformando su potencial identitario… piensa en la cueca y sus (re)significaciones durante la dictadura vs. las de la actualidad.
¿Por qué decidió esta área de estudio?
Más que “decidir”, yo diría que fue un encuentro. Cuando inicié mi tesis de pregrado, pretendía comprender por qué las y los jóvenes estaban en una apatía política (soy de la generación del “no estoy ni ahí”) y para ello pensé mirar la década de los sesenta, tiempos de politización masiva en mi imaginación histórica. Pero me encontré con que justo en plena década de banderas ondeantes, las “calcetineras” del Pollo Fuentes abarrotaban el estadio, con la música de moda importada, muchas veces solo traducida; lo mismo me sucedió en mi tesis doctoral, quería encontrar fuentes que me hablasen de la sexualidad de las y los chilenos a inicios del siglo XX desde un registro no normativo (como los discursos médicos o eclesiásticos) y terminé revisando el corpus de cancioneros populares. En ambos casos, mi pregunta me llevó a los vestigios y estas huellas fueron las que me mostraron momentos y habitantes que complejizaron mi forma de comprender e interpretar el pasado y, no por azar, todos pertenecían a la esfera cultural.
Si imaginamos a Chile como un tren, su último vagón sería sin duda la cultura -vaste decir que el ministerio se fundó recién hace 5 años- sin embargo, es un espacio estratégico, pues en él, siguiendo la metáfora del tren, llegan por inercia todos los componentes de los vagones previos y cuanto más acelera la locomotora estatal -como en periodos de crisis- más potencia cobra la inercia y más se “inunda” el vagón de la cultura. Pervive en él también una característica particular, al ser el último, el cobrador de ticket tarda más en llegar y, generalmente llega más cansado, así que su control está cargado de brusquedad, pero también de ceguera, quiere terminar rápido y deja de ver bajo los asientos, permitiendo a polizones seguir su viaje… las fisuras permean los espacios de poder y se transforman en la vetas por las que nos logramos asomar a las realidades tras la construida a través de los discursos institucionales. Esa es la importancia, que podemos ver a través de una ventana diversa al pasado, una que quizá permita asomarnos a algún punto ciego, a sujetos y experiencias que permanecían subsumidas en el relato histórico y que enriquecen al diversificar y complejizar… hay veces que los silencios son más potentes que los gritos.
Llega al Departamento de Historia de la UAH, pero ya ha estado vinculada antes a nuestra universidad ¿Te identificas con el espíritu de la UAH?
Es difícil no hacerlo. Partiendo por un departamento de excelencia en todos sus ámbitos, con académicos que son referentes en sus áreas de investigación, instalado en una Universidad con vocación pública, apertura ideológica, compromiso con el desarrollo y devenir nacional, excelencia académica que no mella en su escala humana.
Creo que todes quienes pertenecemos al mundo académico pretendemos transformar desde nuestras exiguas áreas de influencia a la sociedad chilena y la dirección hacia la que orienta esa transformación la UAH, es sin duda la misma que transito.
¿Qué rol desempeñará dentro del departamento de historia? ¿Qué ramo impartirá?
Soy académica del departamento, ello implica de por sí los roles asociados a la docencia, la investigación y la gestión. Sobre cuál será en específico, esa es una decisión colectiva y será discutida en el consejo, pero puedo asegurar que la decisión será la intersección entre las necesidades del departamento y mis capacidades y áreas de especialización.
¿Cuáles son sus expectativas en términos de contribución al departamento y a la comunidad universitaria en general?
Espero contribuir a través de mi desempeño profesional, desde el aula al taburete, al desarrollo del departamento, potenciando el área de mi especialidad, así como posicionando a partir de mi trabajo a la UAH en ámbitos nacionales e internacionales, y, también, aportar con camaradería y compromiso al desarrollo de las potencialidades de todes quienes integramos la comunidad universitaria.