
Beatles: Una música popular cercana a los desafíos del arte

Juan Pablo González, doctor en Musicología, Universidad de California, Los Ángeles
Vinilo, juventud, arte y cultura de masas se daban la mano a mediados de los años sesenta, con Los Beatles como protagonistas de un nuevo modo de concebir, producir y valorar la música al interior de la cultura de masas. Con ellos, nace una música popular autoconsciente y crítica. Forzamos a un conjunto de personalidades de nuestro mundo cultural a elegir ‘la mejor’ creación de los cuatro fantásticos y a entregarnos sus razones.
JUAN PABLO GONZÁLEZ
Universidad Alberto Hurtado
Los jóvenes que hacían música a fines de los años cincuenta eran poseedores de una conciencia generacional desde la cual aspiraban a agregar algo más a la música que se venía haciendo hasta entonces, centrada en el baile, el romance y la diversión. Como no tenían acogida en el Conservatorio, que permanecía concentrado en su tradición clásica, buscaron en otras esferas el impulso necesario para lograr esa renovación del lenguaje que tanto intuían y necesitaban.
Algunos jóvenes británicos encontraron ese impulso asistiendo a las escuelas secundarias de arte, donde no se impartía música sino que diseño, orfebrería, fotografía, medios audiovisuales y teatro. La música la aprendían «sacando» canciones de los discos y tocando en fiestas con los amigos. Su contacto con estudiantes de arte era lo importante, eso les permitiría tener un punto de vista sobre lo que estaban haciendo, agregando estilo, conciencia y actitud a la música que venían escuchando y tocando desde comienzos de su adolescencia. Por esa experiencia pasaron jóvenes como Keith Richards, Eric Clapton, Jimmy Page, Freddie Mercury, Syd Barrett y John Lennon. El rock británico había nacido en las escuelas de arte de Gran Bretaña, cambiando para siempre la música popular.
La relación de los músicos populares con el mundo del arte contribuía a romper la dicotomía entre alta y baja cultura, desarrollada en Europa desde comienzos del siglo XIX. Esto sucedía al mismo tiempo que comenzaba el interés de la academia por el estudio de la cultura urbana contemporánea con el nacimiento de los estudios culturales. Desde ahí se buscaba comprender el cambiante mundo del mercado, la televisión, la publicidad y la cultura juvenil de masas.
Algo similar hacían Los Beatles, tomando distancia de la música y la cultura de la que formaban parte, observándola para transformarla. Es así como abandonaron el rígido formato del blues y del rock and roll que venían practicando, en busca de mayores libertades armónicas y formales para su música. De este modo, pudieron aproximarse a la canción de un modo lo suficientemente flexible como para sumar toda clase de influencias: desde la música hindú a la experimentación electrónica, pero sin dejar de sonar en la radio; es decir, manteniendo la masividad de su propuesta.
Los Beatles también quisieron ir más lejos en el uso del LP como mero compilado de canciones, buscando un concepto que le diera unidad y coherencia interna al disco. Esto lo lograron con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, publicado por Parlophone a mediados de 1967. En este LP, los ingenieros de EMI continuaban probando los nuevos modos de edición que permitía la cinta magnetofónica, en este caso, logrando aumentar las pistas de grabación para sumar más efectos e instrumentos musicales. Esto hacía que las canciones fueran inviables para ser tocadas en vivo, lo que a Los Beatles los tenía sin cuidado, pues ya habían decidido suspender sus recitales, aburridos del griterío de las fanáticas, que no dejaban escuchar la música.
En rigor, los cambios en la propuesta de Los Beatles habían comenzado el año anterior, con la edición del LP Revolver, de agosto de 1966, que marcaba un antes y un después en su modo de aproximación a la música. El sentido de experimentación y búsqueda existencial del disco estaba muy a tono con el movimiento hippie que empezaba a hacerse notar en el mundo anglosajón, encontrando en Los Beatles a uno de sus primeros exponentes. Sin abandonar la masividad alcanzada en base a canciones de amor, a la herencia de la balada inglesa y a la extraordinaria capacidad melódica de McCartney -como en «Here, There and Everywhere»-, Los Beatles incluyen en Revolver los primeros esbozos de un rock duro, con «Taxman», de Harrison, y psicodélico, con «Tomorrow Never Knows», de Lennon.
La revolución del vinilo
Desde que en 1948 RCA Victor sacara al mercado el disco single de vinilo de 7 pulgadas y 45 revoluciones por minuto, en respuesta a su archicompetidor Columbia que acababa de patentar el disco de larga duración o long play , se abrió una puerta insospechada para el desarrollo de la música en la cultura de masas. Con el disco de 7 pulgadas de vinilo aparecía un formato económico, liviano y resistente para grabar una canción y enviarla a cualquier parte del mundo. Esto ocurría en una época en que la música se había convertido en algo tangible, que se podía comprar y vender como objeto. Lo que nadie imaginaba es que el disco single tendría un efecto insospechado en las nuevas músicas juveniles que estaban por aparecer.
En efecto, la llegada del rock and roll y el empoderamiento adolescente de comienzos de los años cincuenta tuvo mucho que ver con la aparición del disco single , un formato de fácil producción que permitía la puesta en marcha de sellos pequeños, independientes de una industria dominada por prácticas instauradas hacía medio siglo. Junto a las virtudes del vinilo, la pequeña industria se beneficiaría también de las virtudes de la cinta magnetofónica, que empezaba a ser utilizada para hacer los másteres, permitiendo sucesivas tomas, ediciones múltiples y grabaciones por pistas diferenciadas.
Los registros de Elvis Presley, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y B. B. King para Sun Records son ejemplos del comienzo de esta verdadera revolución de la industria y del mercado discográfico internacional. La distribución, siguiente eslabón en la cadena de la industria del disco, también era beneficiada con el formato de 45 rpm. Su menor tamaño y flexibilidad bajaba el costo del transporte y aumentaba la seguridad de los envíos postales. De este modo, los discos de Elvis Presley llegarían sin dificultad hasta Liverpool, donde un adolescente llamado John Lennon los escuchará extasiado.
Obviamente se necesitaba un tocadiscos para transformar en música esas 7 pulgadas de vinilo. La familia media de los años cincuenta contaba con un imponente tocadiscos de mueble, normalmente ubicado en el living de la casa y controlado por el padre, que no ponía discos de Elvis Presley precisamente. Sin embargo, los adolescentes de la casa ya contaban con pequeños tocadiscos portátiles o pickups para poner en sus dormitorios. Se los habían regalado sus padres un par de años atrás para que escucharan cuentos y canciones infantiles en coloridos discos de 45 rpm. Sin que los padres lo imaginaran, hasta allí llegaron los discos prohibidos del rhythm and blues negro, primero, y de Los Beatles, después.
Un buen estribillo
La misma armónica de blues que escuchaba Lennon en los discos que conseguía en el Liverpool de su adolescencia, es la que toca al inicio de «Love Me Do», haciendo un pequeño riff descendente o frase instrumental reiterativa. Según la tendencia dominante en las canciones anglosajonas, el canto comienza con el coro o la parte más reiterativa, que es la que el público corea entusiasmado. De este modo, en las canciones anglo la gratificación es inmediata, a diferencia de lo que ocurre en las canciones en español, estructuradas en torno a un estribillo que se demora en llegar.
En «Love Me Do», el título de la canción está incluido en la letra, actuando como un gancho que atrapa al auditor. De hecho, la canción casi no tiene más letra, pues de los cinco versos que forman el coro, tres corresponden a la frase del título. Además, el coro se repite cuatro veces, siendo interrumpido solamente por una breve sección llamada puente, que primero es cantada y luego tocada en armónica. Es la constante repetición del pedido de amor la que domina la canción, pero no como súplica desesperada, sino como una solicitud sonriente, tomando distancia del propio ruego, algo habitual en el modo de interpretación de Los Beatles.
Lennon y McCartney cantan «Love Me Do» a dos voces bien diferenciadas, procedimiento que es enfatizado por la posición distante que adoptan en el escenario y por el acentuado estéreo que posee el disco, que los separa en dos canales distintos. Perfecta metáfora sonora para dos individualidades demasiado poderosas, que si bien produjeron algunas de las más grandes canciones del siglo XX, necesitaban conservar las distancias para desarrollar su impulso creador con entera libertad. Tales distancias resultaron demasiado estrechas a fines de los años sesenta, en especial cuando uno de los dos polos pareció duplicarse con la aparición de una silenciosa pero influyente mujer.
Vinilo, juventud, arte y cultura de masas se daban la mano a mediados de los años 60 con Los Beatles como protagonistas de un nuevo modo de concebir, producir y valorar la música al interior de la cultura de masas. La evidente estetización del campo de la música popular liderada por Los Beatles fue producto de una juventud que establecía lazos entre ella. Ésta fue una revolución generacional que vinculó a jóvenes músicos con jóvenes diseñadores, poetas, actores, arquitectos, fotógrafos y pintores. A partir de ese contacto es que se produjeron los cambios en la escena de la música popular y juvenil de los años sesenta, naciendo una música popular autoconsciente y crítica; es decir, cercana a los problemas del arte.