
Diego Gallardo, estudiante del Doctorado en Filosofía UAH, aprobó exitosamente su proyecto de tesis
- Su investigación supervisada por Juan Manual Garrido, lleva por nombre “Espacios de exposición del cerebro. Contribución a una epistemología de los medios de visualización cerebral”.
El proyecto que busca contribuir a una línea de investigación abierta desde fines de la década de 1970, por una serie de programas teóricos inspirados en la deconstrucción, se inscribe en un campo de trabajo filosófico que podría llamarse epistemología de los medios o filosofía de los instrumentos de producción de conocimiento.
Conversamos con él sobre lo que fue su investigación, qué lo lleva a ser parte de la segunda etapa del Doctorado en Filosofía UAH, el cual según sus palabras “es un programa muy riguroso y exigente, que te empuja a realizar un trabajo filosófico de primer nivel, atento a la historia y el estado actual de las problemáticas. Creo que esta alquimia entre generosidad y rigurosidad, entre apertura y exigencia, es lo que brinda un sello al programa y lo que me tiene muy contento de formar parte de él”.
- ¿Qué nos puedes contar sobre tu vida profesional?
Estudié filosofía en el Pedagógico (UMCE). Posteriormente cursé el Magíster en Pensamiento Contemporáneo de la Universidad Diego Portales y realicé una estancia breve de investigación en la Universidad París 8. Actualmente estoy realizando el Doctorado en Filosofía en la UAH y trabajando como profesor colaborador en el Departamento de Historia de la UAH, donde dicto los cursos de Filosofía Antigua y Filosofía Medieval para la carrera de Licenciatura en Historia.
- ¿De qué trató tu investigación específicamente?
El título de mi proyecto de investigación es “Espacios de exposición del cerebro. Contribución a una epistemología de los medios de visualización cerebral”, y se inscribe en un campo de trabajo filosófico que podría llamarse epistemología de los medios o filosofía de los instrumentos de producción de conocimiento. El proyecto busca contribuir a una línea de investigación abierta desde fines de la década de 1970 por una serie de programas teóricos inspirados en la deconstrucción, a saber, la antropología de la ciencia representada por Bruno Latour, la epistemología histórica de la experimentación contemporánea representada por Hans-Jörg Rheinberger, y la epistemología de la medialidad representada por Sybille Krämer.
Propuse agrupar estos programas y denominarlos bajo el nombre común de “tradición deconstructiva de epistemología de la medialidad” o “gramatología de los medios de producción de conocimiento”. Estos programas se caracterizan por llevar a cabo una recepción, traducción y aplicación original del aparato terminológico de la filosofía derridiana de la escritura para elaborar una rica conceptualidad y un marco teórico pertinente y productivo que les ha permitido explorar, cada uno según perspectivas y estrategias distintas, la operatividad epistémica de los medios técnicos, es decir, las capacidades productivas o los roles positivos que cumplen los medios en la generación de conocimiento nuevo.
Específicamente, quisiera mencionar tres elementos que esta tradición ha enfatizado. En primer lugar, que los medios técnicos, lejos de ocupar un lugar secundario, posterior y exterior con respecto a los objetos de conocimiento, son esenciales en los procesos de exposición, manipulación y constitución de estos mismos objetos. En segundo lugar, que los procesos habilitados por los medios técnicos son esencialmente grafemáticos: las intervenciones instrumentales y los procedimientos técnicos abren espacios de exposición (bajo la forma de superficies escriturales bidimensionales) cuya operatividad posibilita la aparición de señales coherentes bajo la forma de grafemas o huellas; a su vez, permite que los grafemas se estabilicen, adquieran significatividad y se conviertan en datos; junto con ello, habilita la manipulación y el procesamiento visual de los datos en vistas a configurar patrones de datos, que no son sino una concatenación de grafemas; y, por último, estos procesos habilitan el que nuevos objetos científicos emerjan, adquieran contornos nítidos, tomen consistencia, subsistan, puedan ser observados, manipulados, y se pueda obtener conocimiento sobre ellos. En tercer lugar, que hay una inseparabilidad estructural de la materialidad de los objetos de conocimiento con respecto a los espacios operativos en los que estos objetos son presentados, intervenidos y generados. Esta inseparabilidad implica que todo objeto científico, al estar tecnológicamente constituido, es un objeto esencialmente medial.
La contribución que pretendo realizar a esta línea de investigación, en la que mi proyecto se inscribe, justifica y adquiere sentido, es doble. En primer lugar, quisiera contribuir a los estudios derridianos brindando una reconstrucción sistemática y un análisis crítico de los tratamientos conceptuales de la tradición deconstructiva vinculados con el problema de la operatividad epistémica de los espacios de exposición y el problema de la constitución tecnológica de objetos de conocimiento.
En segundo lugar, quisiera contribuir al campo de la epistemología de los medios mostrando que, y esta es la hipótesis general de mi propuesta, la historia de las ciencias del cerebro constituye un campo privilegiado de aplicación de las reflexiones histórico-epistemológicas y mediales de tradición deconstructiva para destacar el rol epistémico positivo de los complejos instrumentales, y más particularmente el de los medios de visualización. Si bien la tradición gramatológica ha aplicado su aparato conceptual a diversos campos científicos para analizar las funciones productivas que cumplen los instrumentos en los procesos de constitución medial de objetos de conocimiento, el estudio de la visualización del cerebro continúa siendo un campo abierto que no ha sido ni directa ni sistemáticamente explorado como caso de estudio desde la perspectiva deconstructiva señalada. En este sentido, pretendo contribuir a colmar parcialmente este vacío, enfocándome, particularmente, en las tentativas de visualización de las estructuras celulares y las conexiones nerviosas del cerebro a través de técnicas de tinción argéntica desarrolladas por el neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal hacia fines de la década de 1880. Ahora bien, como la visualización cerebral no ha sido explícitamente tematizada por la tradición deconstructiva, lo que me permitirá realizar esta tarea y otorga plausibilidad y viabilidad a mi hipótesis es el rico material que nos brinda el enorme desarrollo realizado durante las dos últimas décadas por literatura proveniente del campo de la historia de la cultura material de las ciencias del cerebro y del campo de la filosofía de la práctica experimental en neurociencias contemporáneas.
- ¿Por qué quisiste trabajar en torno a ese tema?
Son varias razones, y se inscriben en distintos niveles. En primer lugar, en un nivel más general, para insistir en dos grandes motivos filosóficos que me han atraído desde mis comienzos en el estudio de la filosofía, y que me siguen convocando: por una parte, la cuestión de la historicidad de los objetos y los conceptos; por otra parte, la cuestión de la naturaleza y las condiciones de la representación (tanto a nivel político como a nivel técnico y epistemológico).
En mi tesis de pregrado, titulada “El nacimiento de la democracia directa moderna” y dirigida por Álvaro García y Alejandro Madrid, intenté tematizar estas cuestiones abordando las condiciones de emergencia de un tipo de discurso que se inserta en los debates del socialismo francés de mediados del siglo XIX y que se caracteriza, precisamente, por elaborar una crítica de la representación política que no sólo pone en cuestión sus principios constitutivos, sino que también permite pensar su clausura. En mi tesis de magister, dirigida por Juan Manuel Garrido y Aïcha Messina, traté de reconstruir el proceso de formación de una epistemología histórica marxista en los escritos tempranos de Louis Althusser, y de analizar su teoría de las condiciones histórico-epistemológicas de constitución y ejercicio de las ciencias, las ideologías y la filosofía. Me parece que en este proyecto doctoral, bajo la supervisión de Juan Manuel Garrido, se anudan ambos problemas, y se suma, quizá, como un tercer problema, el de la medialidad. ¿Cómo la reflexión filosófica sobre lo medial puede llegar a trastornar cuestiones aparentemente más tradicionales, como las de la naturaleza de los procesos de objetivación, conceptualización y representación? ¿Y cómo afectan este tipo de reflexiones a la filosofía, a la historia de la filosofía, a la filosofía e historia de las ciencias y las técnicas o incluso a la historia del pensamiento político? Esto es lo que me interesa comenzar a explorar con este estudio.
En segundo lugar, a un nivel nacional, porque el contexto chileno de recepción y desarrollo de la deconstrucción, fuertemente marcado por los marcos anglosajones de la literatura comparada y los estudios culturales, ha dado lugar típicamente a intereses metafísicos, estéticos, éticos, políticos y técnicos, pero muy excepcionalmente a exploraciones epistemológicas o mediales. A su vez, el campo de la filosofía e historia de las ciencias a nivel nacional ha estado tradicionalmente dominado por marcos analíticos, y se desconoce mayormente el aporte de la tradición gramatológica a este campo (como también al campo de la filosofía e historia de los medios).
En tercer lugar, porque creo que la rehabilitación de la conceptualidad y el marco teórico de la tradición gramatológica permite analizar filosóficamente y desde una perspectiva medial una serie de problemas asociados al estatuto de las nuevas neurotecnologías y a la producción de imágenes cerebrales en la época contemporánea que han animado los debates en curso en campos de investigación institucionalmente vigentes y productivos como la neuroética o el neuroderecho. Piénsese, por ejemplo, en las preocupaciones éticas sobre la implementación de neurotecnologías de lectura cerebral y mental en campos como la psiquiatría forense, la mercadotecnia o la seguridad nacional, en las preocupaciones jurídicas sobre la vulneración de la privacidad neuronal y mental o en las preocupaciones políticas sobre el advenimiento de un régimen neurobiopolítico o psicobiopolítico.
- ¿Por qué es tan relevante estudiar filosofía en los tiempos actuales?
No creo que estudiar filosofía sea más relevante en los tiempos actuales que en los tiempos pasados. Por su naturaleza misma, el estudio de la filosofía es relevante en todo contexto y en toda época histórica, puesto que permite preguntarnos y pensar sobre aspectos que constituyen nuestra experiencia cotidiana aparentemente más inmediata, pero que no son del todo evidentes, y que precisamente por no ser evidentes son pasados por alto y pueden cristalizar en relaciones de dominación, en obstáculos epistemológicos o en estados de miseria afectiva, psicológica, ética o política. Sin duda cada época histórica, así como cada contexto local, tiene características propias que despiertan distintas preguntas filosóficas, y las propias preguntas filosóficas, los propios problemas elaborados por la filosofía, tienen su historia, que no es en ningún caso independiente de las épocas en las que se inscriben, desarrollan y contribuyen a transformar.
- ¿Cuál es tu visión del estado actual de la investigación y los estudios filosóficos desde Latinoamérica?
Sinceramente, no conozco mucho la realidad de la formación y la investigación filosófica en otros países latinoamericanos, y únicamente podría decir un par de cosas sobre Chile. En el caso chileno, la formación y la investigación en filosofía está adquiriendo un nivel cada vez más alto, competente y ricamente diverso. Me parece que hasta hace un par de años los departamentos de filosofía de las distintas universidades chilenas vivían en espacios más o menos enclaustrados y provincianos, con poca discusión y difusión, autopublicándose en revistas y editoriales propias y con la pretensión de no dejarse cuestionar por espacios y criterios externos. Pretensión que, se creía, y en algunos casos se sigue creyendo, brindaba cierta autonomía y, peor, cierta autoctonía a cada departamento y los convertían en espacios de supuesta resistencia o disidencia. Hoy creo que esta realidad ha ido variando de manera significativa y los espacios filosóficos cada vez adquieren mayor visibilidad, tanto a nivel nacional como internacional. Obviamente, me parece que la calidad de la producción filosófica nacional continuaría creciendo un montón si como política científica no tan sólo se incrementaran los fondos de investigación en humanidades, sino también si cambiasen sus criterios de eligibilidad: sÍ no tan sólo se contemplase el factor cuantitativo, sino también, y sobre todo, el cualitativo; sÍ no tan sólo se tomasen en cuenta la producción de artículos indexados, sino que también se integrara de algún modo no irrisorio la producción de traducciones, ediciones, ensayos, libros en editoriales independientes y otras formas experimentales de escritura y pensamiento, de producción y difusión de saber.
- ¿Cómo ha sido tu experiencia hasta el momento en el Doctorado en Filosofía?
A nivel personal, me siento muy a gusto. Se trata de un espacio muy abierto y generoso, que ofrece cursos muy variados en sus temáticas y siempre actualizados con respecto a la historia de la filosofía y las discusiones filosóficas contemporáneas (de hecho, el problema de mi investigación surgió precisamente en el marco de los seminarios que brinda el doctorado). A su vez, estos cursos son dictados por investigadores de un muy alto nivel, con trayectorias académicas envidiables, y que brindan un trato muy horizontal y respetuoso a los doctorandos. Se trata de un programa que permite y motiva a las estudiantes a llevar adelante investigaciones filosóficas originales, que puedan entrar en contacto con otros campos disciplinares e interdisciplinares, que puedan contribuir a debates filosóficos actuales y que se inserten en comunidades de investigación internacionales. Al mismo tiempo es un programa muy riguroso y exigente, que te empuja a realizar un trabajo filosófico de primer nivel, atento a la historia y el estado actual de las problemáticas. Creo que esta alquimia entre generosidad y rigurosidad, entre apertura y exigencia, es lo que brinda un sello al programa y lo que me tiene muy contento de formar parte de él.