
Doctorado en Filosofía UAH es acreditado por 8 años por la CNA
El Doctorado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado fue acreditado por ocho años por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), convirtiéndose en el programa con la mayor acreditación del área de filosofía en el sistema nacional chileno.
La resolución, adoptada por unanimidad por la Comisión Nacional de Acreditación en su sesión del 23 de julio de 2025, ratifica la calidad sostenida del programa que imparte la Facultad de Filosofía y Humanidades desde 2013. Esta acreditación, vigente hasta julio de 2033, representa un respaldo académico e institucional significativo tanto para sus actuales estudiantes como para quienes proyectan incorporarse en el futuro.
El Doctorado en Filosofía UAH se ha consolidado como un espacio de formación e investigación avanzada en humanidades, con tres líneas de especialización y una estructura orientada a la investigación desde etapas tempranas. El resultado refleja un proyecto académico estable, una comunidad plural y un compromiso sostenido con la calidad y la mejora continua.
Entrevista completa
Juan Manuel Garrido, director del Doctorado en Filosofía UAH: “Este logro es una señal de confianza en la filosofía como disciplina”

Juan Manuel Garrido
¿Qué significa para el programa haber obtenido 8 años de acreditación, el periodo más alto que tienen los doctorados en filosofía en Chile?
Para nosotros, este resultado refleja la consolidación de un proyecto académico que comenzó en 2013 y que busca aportar a la filosofía en Chile y a nivel internacional. La acreditación por 8 años no solo certifica el cumplimiento sostenido de los criterios definidos por la CNA, sino que acredita la estabilidad institucional del programa y su capacidad para sostener procesos de mejora continua. En términos prácticos, significa que el sistema reconoce que existen políticas, recursos y mecanismos consolidados para asegurar la calidad formativa e investigativa durante un periodo largo, con impactos positivos para nuestros egresados, quienes actualmente cursan el programa y quienes proyectan hacerlo.
El reconocimiento también se alinea con la orientación histórica, y en muchos aspectos singular, de la Universidad Alberto Hurtado. A diferencia de otras instituciones del país, la UAH surge desde el inicio con una vocación marcada por la formación de postgrado y la investigación. La universidad jesuita nace a fines de los noventa de una experiencia previa relevante en docencia de postgrado, y a poco de su fundación comienza a desarrollar doctorados. Por ejemplo, la UAH crea el primer doctorado en sociología del país. Desde sus inicios la universidad hizo los programas doctorales una prioridad estratégica. En el caso del Doctorado en Filosofía (y el Doctorado en Estudios Mediales, de creación más reciente) el esfuerzo de la universidad expresa también una voluntad de contribuir al fortalecimiento de las humanidades en el país, con la intención de ser un referente en estos campos, tanto a nivel nacional como internacional. La acreditación por 8 años del Doctorado en filosofía consolida esa apuesta institucional.
Este logro también debe entenderse en un contexto más amplio: es una buena noticia para la comunidad filosófica y para las humanidades en Chile. Resultados de este tipo son poco frecuentes incluso en otras áreas del conocimiento, aunque allí se observan con mayor regularidad; alcanzarlo en un programa de filosofía indica que la disciplina ha consolidado una masa crítica y una red de colaboración que fortalecen su desarrollo nacional e internacional. La confianza pública que se expresa en este resultado es también un reconocimiento al trabajo que colegas y estudiantes de otras universidades han venido impulsando desde hace años. En Chile, la comunidad filosófica es diversa, profesional, competitiva y constituye hoy un activo académico y cultural de alcance internacional, que merece ser considerado en las políticas de conocimiento del país. Nuestro programa se ha desarrollado en diálogo permanente con ese medio, mediante convenios, cotutelas, proyectos conjuntos y un flujo virtuoso de profesores y estudiantes. La acreditación reconoce, en cierto modo, ese proceso colectivo de maduración disciplinar.
Por último, se trata de una muy buena noticia para nuestros estudiantes, egresados y postulantes. El respaldo de largo plazo es un factor decisivo para quienes confían en el programa como espacio de formación doctoral, en condiciones estables, con proyección académica y con vínculos internacionales activos.
¿Qué aspectos del doctorado crees que fueron más valorados por la CNA?
Todavía no contamos con la resolución, de modo que no sabemos con exactitud qué aspectos fueron más valorados. Lo que sí sabemos es el resultado, y este refleja un nivel alto de confianza en el programa. Es razonable pensar que se consideró la calidad del proceso formativo y el desempeño de nuestros estudiantes, que son el núcleo del trabajo que realizamos.
También es probable que se haya valorado la cultura de autorregulación. El programa ha consolidado instrumentos propios y participativos, y una práctica constante de autoevaluación, y esto se enmarca en un proceso más amplio: la universidad ha fortalecido de manera sostenida sus unidades centrales y sus sistemas de aseguramiento de la calidad. La universidad cuenta además con un Consejo de Doctorados que sesiona regularmente hace muchos años, de modo que nos hemos beneficiado de una amplia y diversa experiencia colectiva y profesionalización en el desarrollo de programas doctorales. Todo este contexto institucional es clave para que los doctorados puedan sostenerse en el tiempo y mejorar.
En definitiva, el resultado parece indicar que se reconoce no solo la calidad actual del programa, sino también la capacidad institucional para seguir cumpliendo con los estándares que se esperan en la formación doctoral.
¿Qué distingue al Doctorado en Filosofía de la UAH dentro del contexto nacional?
El programa se distingue por el grado de profesionalización alcanzado en las áreas que cultiva y por la madurez de sus formas de trabajo. Esto tiene una raíz histórica: desde su diseño inicial se optó por concentrar la formación en tres líneas específicas (Fenomenología y Hermenéutica; Historia de la Filosofía; Mente, Lenguaje y Conocimiento), con un compromiso claro de excelencia que se ha sostenido en el tiempo. En ese sentido, corresponde reconocer el trabajo de quienes concibieron el programa y el apoyo constante de la Facultad y del Departamento, que han permitido mantener ese estándar y honrar los compromisos asumidos en su origen. Ese respaldo institucional ha sido decisivo para consolidar una propuesta coherente y estable.
Otro rasgo importante es la diversidad de formación de nuestro cuerpo académico y la cultura que hemos construido a partir de esa diversidad. Este pluralismo no surge de la nada: es también un reflejo de la historia reciente de la filosofía en Chile. En los años previos y posteriores a la dictadura, distintas generaciones se formaron en contextos muy diversos, en universidades y tradiciones que no dialogan entre sí y que, en el plano internacional, marcan clivajes profundos en la filosofía contemporánea. Reproducir esas fracturas sería un error que aquí hemos decidido rechazar de manera consciente. Al contrario, entendemos que el mosaico de tradiciones que se creó en Chile y que hoy vemos es un activo para la filosofía nacional. A eso se suma otro factor muy valioso: la presencia de académicos extranjeros que han llegado al país en distintos momentos, aportando nuevas perspectivas y enriqueciendo las dinámicas locales. Nuestro programa ha sabido capitalizar esa diversidad, no solo en términos culturales, sino también generacionales: contamos con profesores de diferentes edades y trayectorias, lo que amplía los horizontes de formación y asegura continuidad en el tiempo.
El desafío de integrar las líneas del programa y las distintas formas de hacer es, en todo caso, permanente. Nuestro programa fue creado por colegas de tres líneas diferentes (fenomenología, historia de la filosofía y filosofía de la mente): sinceramente dudo que les haya resultado fácil entenderse (aunque no lo admitan). El punto es que esos colegas, hoy, coescriben artículos, codirigen proyectos y dictan seminarios en conjunto, sin renunciar a las formas de hacer que aprendieron durante su formación. Y siguen, hoy, coordinando nuestras tres líneas de investigación. Para nosotros en el programa lo decisivo no son las etiquetas, sino los problemas. Este enfoque nos ha llevado a desarrollar prácticas de integración que permiten aprovechar lo que cada tradición aporta, reconociendo también sus límites. De este modo, la división entre corrientes deja de ser un obstáculo y se convierte en un recurso para la investigación y la formación.
Hemos intentado transmitir esta manera de ver la filosofía a nuestros estudiantes. Para nuestro orgullo, es frecuente que estudiantes que provienen de enfoques diferentes trabajen en conjunto para ponencias o incluso publicaciones. La experiencia muestra que esta interacción fortalece competencias clave para la investigación: argumentar en contextos heterogéneos, justificar las propias opciones y aprender a dialogar con marcos conceptuales diversos. Creemos que esta manera de entender la filosofía —atenta a la pluralidad de métodos, pero orientada por problemas— es un aporte al desarrollo disciplinar y a la consolidación de redes académicas, dentro y fuera del país.