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Filosofía y violencia

4 septiembre, 2011

Eduardo Molina Cantó
Director del Departamento de Filosofía

Sebastián Kaufmann Salinas
Director de Pedagogía en Música

Las declaraciones de Arturo Martínez en que acusa a los profesores de filosofía de llenar la cabeza de los alumnos con ideas que incitan a la violencia, más que merecer un exhaustivo análisis, por lo menos constituyen una buena ocasión para reflexionar sobre el papel de la filosofía en la educación escolar chilena y la relación entre filosofía y violencia.

Convenga quizás comenzar con un dato: las horas de filosofía han ido perdiendo terreno en el currículo escolar. Hoy se reducen a unas pocas horas semanales en tercero y cuarto medio en la educación científico-humanista y a cero en la técnico profesional. Como consecuencia de lo anterior, es muy probable que los estudiantes que hacen desmanes en su mayoría apenas conozcan algo de esa disciplina o sencillamente jamás se hayan sentado en una clase de filosofía. Quizás, después de todo, sí exista una relación entre la filosofía escolar y la violencia, pero contraria a la que piensa el señor Martínez: la falta de filosofía en particular y de reflexión en general, podría estar generando conductas violentas.

¿Qué piensa la filosofía de la violencia? ¿La condena? ¿La aprueba? Abordar esta pregunta en su complejidad implicaría entre otras cosas definir qué entendemos por violencia y cómo la distinguimos, por ejemplo, de la fuerza, e identificar las múltiples posturas filosóficas existentes al respecto. En este sentido, parece inviable especificar claramente qué es lo que «la filosofía» afirma de manera concluyente. En cuanto ejercicio libre del pensar, en la reflexión filosófica nos encontramos con diferentes respuestas que se han dado frente a la violencia: posiciones pacifistas, otras que la justifican bajo ciertas condiciones o las que sostienen que es un legítimo medio de acción política.

Lo que sí podemos decir con toda seguridad es que el ejercicio filosófico no es violento, en la medida que la principal “arma” de la filosofía es el diálogo. La filosofía, en ese sentido, es la negación de toda forma de violencia. Niega la violencia de la exclusión, en la medida que en filosofía lo que importa son los argumentos, por lo que todos tienen el mismo derecho a debatir. Niega la violencia de la amenaza, en cuanto en ella solo vale la fuerza de las razones, siendo impotente cualquier amedrentamiento. Niega la violencia de la descalificación y la discriminación, en la medida que las ideas valen con independencia de quien las ofrece. Niega la violencia de la obstinación desde el momento en que supone en el que inicia un diálogo filosófico una apertura hacia la verdad y la voluntad de dejarse convencer por el mejor argumento.

De esta forma podemos decir que, si bien no podemos saber a ciencia cierta qué ideas los profesores les han “metido en la cabeza” a los alumnos, estamos seguros de que si en nuestras aulas se practicara filosofía, tal práctica fortalecería en nuestros estudiantes los valores del respecto y la tolerancia, lo que probablemente los llevaría a confiar más en la razón que en la fuerza.

En la situación actual de nuestro país, en la que se aúnan las legítimas demandas de los trabajadores con las también legítimas demandas de estudiantes y profesores, conviene también pensar en qué es lo que se enseña en nuestras aulas -en las que todos los ciudadanos nos queremos educar- y sobre todo para qué enseñamos y qué fin nos guía en esto como sociedad. Tal vez palabras como las del Sr. Martínez delaten lo que ha sido el fruto de nuestra educación durante muchos años: miedo al pensamiento, temor a la libertad y poca pasión por reflexionar, dialogar, aprender y crear.