
Héctor Andrés Rojas, Magíster en Literatura Latinoamericana: “Hay un enfoque y riqueza que no veo en otros programas”
Magíster en Literatura Latinoamericana de la Universidad Alberto Hurtado, Doctor en Literatura de la Universidad de Chile y profesor adjunto de la Universidad de O’Higgins, Héctor Andrés Rojas (36) se encuentra realizando una pasantía en la Stony Brook University, ubicada en Long Island, Estados Unidos, bajo el alero de una beca ANID y trabajando su tesis sobre Ciudad y Literatura en Chile en el Siglo XX.
En esta entrevista, Héctor habla sobre el aporte que le entregó nuestro magíster y sobre los desafíos a los que, actualmente, se enfrentan los artistas y educadores. “El rol de la educación, además de vincularse a unas condiciones que se están realizando, implica hacer proyecciones, ser un camino de igualdad y justicia. Hay que pensar en el Chile que viene”, asegura.
¿Qué te llamó la atención del Magíster en Literatura Latinoamericana? ¿por qué lo elegiste?
Egresé de la Hurtado y había una posibilidad de continuar mis estudios ahí. Eso me pareció interesante. Al menos en el momento en el que yo estaba, muchos profesores se encontraban trabajando en distintas investigaciones. No solo estaban dando clases, sino que también había una oportunidad de participar en estos proyectos. Eso curricularmente es súper bueno, y, como experiencia, es interesante. Yo quería tener esa experiencia, y no estaba seguro si en otra universidad iba a ser así.
Fue buena idea haber hecho un magister que afirma declaradamente su especialidad y que tiene una malla. Eso no es tan popular, quizás, pero fue súper bueno para mí. En otras universidades casi todos los postgrados se construyen con electivos, y eso puede resultar en cosas super buenas. Pero la mayoría del tiempo resulta en una serie de cúmulos de cursos anecdóticos que no guardan necesariamente una relación entre sí. Entonces, la idea de un plan de estudios a mí al menos me sirvió mucho, y me ha ayudado mucho en lo que estoy haciendo y enseño.
Hay un trabajo desde el magister de formar investigadores.
Sí, y había una disposición a que las cosas que se nos ocurrieran las hiciéramos. Me tocó ser parte del grupo que hizo la “Jornada de estudiantes de Alta Tensión”. Presentamos la idea y el apoyo fue inmediato. O sea, de todo tipo, desde compartir ideas de cómo hacerlo, a discutir sobre estos espacios con los profesores.
Tus estudios en el magíster y las investigaciones realizadas en la UAH, ¿Cómo han aportado e involucrado en el desarrollo de tu trabajo académico?
En la Universidad de O’Higgins doy cursos de ensayos y teoría latinoamericana, de literatura latinoamericana y literatura chilena. Cuando postulé a ese concurso, mi especialidad como latinoamericanista hizo que en el fondo mi currículum fuera bien considerado. Fue una cosa que confluyó, pero que tiene que ver con un interés de cómo de pensar lo local o lo regional latinoamericano. Parte de esas discusiones teóricas o algunos de esos corpus son parte de los cursos que enseño hoy en día.
¿Cuáles son los desafíos de la educación en la actualidad?
Yo hago clases a estudiantes que van a ser profesoras y profesores, y hay una demanda creciente por el sentido de la enseñanza. En literatura a veces eso se pierde, pero no es tan difícil encontrarlo.
La literatura como tal, lo que uno podría entender como aquella que parte en el siglo XX, cuando hay acceso a la educación, empiezan a escribir más mujeres, hay movimientos obreros y hay una literatura anarquista. Entonces, la literatura latinoamericana, quizás, está super vinculada a unas condiciones de emergencia. De hecho, colegas míos tienen una preocupación por pensar el presente. Eso igual es un desafío, porque el rol de la educación, además de vincularse a unas condiciones que se están realizando, implica hacer proyecciones, ser un camino de igualdad y justicia. Hay que pensar en el Chile que viene.
Con mis estudiantes hablábamos de cuáles van a ser sus estudiantes. En muchos casos, van a ser hijos de migrantes. Entonces hemos incluido por ahí alguna novelita haitiana, no solo para hacer el panorama de lo que debería hacer, si no para entender esas literaturas como parte de un panorama. Hay un desafío con ver y un trabajo que hacer en la literatura chilena, latinoamericana, mapuche. Hay cosas que pensar ahí.
Y en tu caso, que te encuentras trabajando en una universidad de región, ¿cuáles crees tú que son los desafíos de la literatura y la educación desde las regiones?
La Universidad de O’Higgins no habría sido posible sin los movimientos estudiantiles en el 2011. La necesidad de que el Estado se haga cargo de las regiones donde no habría educación, está también muy de la mano de lo que veremos en el futuro. Si vamos a ser una nación plurilingüe, ahí va a ver un desafío que atender. A mí me parece interesante que las universidades públicas asuman esa diversidad como una riqueza y se hagan cargo. Eso no es solo hacer declaraciones bonitas ni izar banderas, si no que implica invertir recursos en humanidades y en educación. Espero que en el futuro el rol del artista y del educador se ponga en el centro. Estás naciones a las que nos gusta mirar invierten en educación y por eso tienen lo que tienen.
¿Cómo crees que ha cambiado el valor de la literatura en estos últimos años?
Es raro el fenómeno que ocurre con el arte y la literatura. No podríamos haber sobrevivido al primer año de la pandemia si no hubiese sido por las artes, la música, el cine y la literatura. Pero, aun así, la gente te dice «oye, ahora se lee menos». Siempre dicen eso, pero no es así, nunca se leyó tanto y publicaron tantos libros como ahora. El arte está ocurriendo. La literatura está ocurriendo.
Tengo estudiantes que hacen fanzine, y hay una relación con lo literario que es mucho menos formal de lo que uno se imagina. Hay una esfera “friki” que encuentro que es total, donde hay una necesidad de conectarse con una forma de la cultura. No será la cultura valorada, hegemónica, europea y blanca. Pero sí de una influencia asiática, que es algo super interesante. O sea, una de las de las conclusiones era que el K-POP había influido en el comienzo del estallido social. Eso a su vez es posible porque se abren espacios como el Centro Cultural Gabriela Mistral, donde la gente puede juntarse a bailar. Hay una necesidad de lo público y esa idea tiene que atravesar todas las dimensiones del ser humano.
Hay una apropiación más grande de la gente en relación a los espacios.
Hay una disputa por el espacio a todo nivel. Por ejemplo, a nivel simbólico, como con los grafitis o lo que pasa en Plaza Dignidad, donde la gente sale mucho más a caminar ahora que antes. Quedó esa valoración. También hay una experiencia de la ciudad muy distinta a la que había antes. Ahora, pareciera que hay más gente. Y es porque ocupamos más los espacios.
Pero, generalmente se considera la ocupación de los espacios como todo lo que esté cercado, limpio, higienizado controlado.
¿Recomendarías el Magíster en Literatura Latinoamericana a otras personas? ¿Por qué?
Sí. Hay un plan de estudios claro, que está llevado a cabo por personas que son especialistas en los temas que enseñan. No solo lo recomendaría, lo he recomendado. He tenido exalumnos que han entrado. Ahora una estudiante me preguntaba donde podía estudiar literatura, y a mí me parece que este magister tiene un buen programa. Además, tiene un enfoque latinoamericano que es una riqueza que no veo en otros programas.