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Historiadora Bárbara Silva sobre la ciencia en tiempos de covid-19: “La ciencia nos da certezas y eso motiva el buscarla para solidificar la confianza que necesitamos”.

11 junio, 2020

Ante el escenario actual, nuestra académica e historiadora de la ciencia, Bárbara Silva afirma que la relación de las sociedades con las ciencias siempre ha sido muy interesante y muy diversa.

 

A fines del año pasado aparecieron los primeros casos de pacientes afectados por COVID-19. Desde ese momento el nuevo virus no ha dejado de expandirse por el mundo y la Organización Mundial de la Salud, junto los gobiernos de cada país, han debido poner en marcha mecanismos para identificar y abordar esta nueva pandemia desde distintas perspectivas científicas.

Seis meses en que la ciencia ha adquirido un rol fundamental en la sociedad, ya que de ella ha dependido solucionar los problemas sociales concretos que ha ocasionado el coronavirus. También se ha vuelto protagonista de nuestras conversaciones y de la pauta de la pauta de los medios de comunicación. Es más, a nivel político ha sido determinante para las decisiones de los gobiernos de cada país.

Bárbara Silva, Doctora en Historia y experta en ciencia y tecnología, nos recuerda que hoy -en medio de esta situación- es muy evidente que recurrimos a la ciencia en búsqueda de respuestas, pero también nos damos cuenta que la ciencia no puede generar las respuestas de inmediato. Sino que tiene sus tiempos, sus procesos, y que la urgencia no hace que lleguemos a una solución contra el coronavirus de inmediato, solo porque así lo deseamos.  “No podemos omitir el hecho que estamos en un momento de confusión, porque la ciencia aun no tiene esas respuestas certeras que queremos: ¿el virus se transmite por el aire o no? ¿Es necesario el uso de mascarilla? (pensando en la recomendación inicial de la OMS y el cambio de discurso), ¿esta enfermedad no afecta a niños? entre tantas otras. Yo espero que haya una vacuna pronto, pero también sorprenden los discursos que se sostienen en el “cuando tengamos la vacuna”… los investigadores han estado por años tratando de desarrollar una vacuna contra el HIV, y después de décadas, aun no lo logran. Así queda de manifiesto: al encontrarnos con una situación límite de vida o muerte, desarrollamos el acto instintivo de preguntar, de dudar, junto con el anhelo de certezas, para llegar a comprender que ese proceso de pregunta y respuesta no funciona en el ritmo y tiempo que nosotros queremos”, dice Silva.

 

¿Cuál ha sido la relación histórica entre las sociedad con las ciencias? ¿Cómo se está dando esa relación ahora, en tiempos de coronavirus?

—Tenemos que recordar que la ciencia nos pone de frente al acto de conocer, de descubrir, de develar algo que no sabíamos, y eso es una condición humana primaria. Pero esa historia no ha estado libre de conflictos, ni tampoco es una historia perfectamente lineal, progresiva. A veces descubrir algo también genera miedo o rechazo. Si pensamos en Galileo, que tuvo que retractarse de su comprobación que la tierra giraba alrededor del sol, el ejemplo nos queda más claro. Sin embargo, y a pesar de posibles resistencias, el acto de descubrir y de conocer es una pulsión humana: lo hacemos de todos modos. En la época contemporánea, hemos construido una sólida confianza en la ciencia: cuántos de nosotros hemos dicho o hemos escuchado la frase “está comprobado científicamente”, como un argumento de absoluta verdad. Eso se explica porque, efectivamente, la ciencia nos da certezas y eso motiva el buscarla para solidificar la confianza que necesitamos. Con la historia suceden cosas distintas, pero con un fondo común. Hoy hemos visto renacer el recuerdo de otras experiencias de epidemias. Si en diciembre hubiésemos preguntado por la gripe española de 1918 la verdad es que nos habríamos encontrado con un gran olvido, salvo por los colegas que se especializan en historia de la salud, lógicamente. Hoy está en la prensa, en las conversaciones, en fin. Buscamos en la historia experiencias pasadas, para poder anclar esa confianza también: saber que no es la primera vez que la humanidad se enfrenta a una pandemia. Pero esas experiencias son difícilmente comparables, y la historia no predice ningún futuro; lo que hay es una búsqueda de la comprobación de resiliencia de las sociedades.

¿La nueva pandemia ha generado un espacio para que la ciencia aporte en la toma de decisiones de las sociedades actuales o los gobiernos?

—Efectivamente, y es sorprendente ver en diversos países del mundo a mesas de expertos, o comités asesores, o el nombre que tengan, en las cuales participan científicos (algo que me parece imprescindible, por cierto). Si bien la relación entre ciencia y política es permanente, en un contexto como este es imposible obviarlo. Es muy significativo que hoy el Ministerio de Ciencias esté presente a diario en el manejo de toda esta situación, y que hace algo mas de un año, ni siquiera existía un ministerio de ciencias. Esto habla por sí solo: como sociedad, cuál es el valor que le hemos damos a la investigación y gestión del conocimiento científico. Y al preguntarnos esto, retomo una idea anterior: la investigación científica no es inmediata, necesita una relación con el tiempo también.  

Ahora, como una pandemia afecta e incide en las sociedades de los modos más diversos –y de manera muy intensa también-, sería deseable que en esas mesas estuviesen representados expertos de diversas disciplinas, pues necesitamos el conocimiento de la ciencia, en términos de virología, epidemiología, etcétera, pero también no podemos olvidar su dimensión humana: por qué a las personas se les hace tan difícil el aislamiento, qué puede haber detrás de esa resistencia a asumir una cuarentena, qué aspectos del tejido social están viéndose cortados por las medidas frente a esta pandemia, y tantas otras preguntas. Me parece que en la toma de decisiones debe estar el conocimiento científico preciso, en conjunción con la dimensión humana.

¿Crees que con la nueva pandemia ha quedado de manifiesto cómo la ciencia puede llegar a influir en nuestras vidas?

—Sí, por cierto. La ciencia está presente en infinitos aspectos de nuestras vidas, de manera cotidiana y permanente. Pero al estar en un contexto de pandemia, esa relación quizás se experimenta con mayor intensidad, pues estamos de frente a la tensión entre la vida y la muerte. Decía antes, nos volcamos a la ciencia en búsqueda de respuestas, pero cómo obtenerlas, si en la historia reciente hemos intentado modelar la investigación científica a ritmos, tiempos y modos que no son los propios de la ciencia. Por ejemplo, cómo hemos diseñado modelos de investigación que solo se legitiman por el éxito, cuando en ciencias la historia nos demuestra la importancia de fracasar, y lo relevante que son esas experiencias para ir modificando la investigación, de manera de llegar eventualmente a un buen resultado. Incluso la palabra fracaso tienen una connotación tremendamente negativa, pero lo necesitamos, especialmente en investigación científica. También nos muestra cómo había sido nuestra política de presupuesto en torno a la investigación científica, que la orientación hacia investigación “aplicada” no puede ser absoluta, pues no conocemos el futuro, y la aplicación de la investigación da giros inesperados, como es lo que experimentamos hoy en día.