Jürgen Stock, las aventuras del astrónomo del Tololo
16 diciembre, 2020
(Fuente: Series de La Segunda)
La misión de Jürgen Stock era encontrar el mejor sitio de observación en Chile. Hablaba fluido español, sabía tratar con arrieros, observar cóndores o manejar el código morse. Sus exploraciones fueron decisivas para la instalación del observatorio de Cerro Tololo.
Bárbara Silva A.
Historiadora U. Alberto Hurtado
En febrero de 1960, un rudimentario vehículo traqueteaba desde Santiago con el objetivo de llegar a Vicuña, en el Valle del Elqui. Ese era el tercer viaje de Jürgen Stock a Chile, astrónomo alemán que trabajaba para el Observatorio MacDonald, en Estados Unidos, en ese entonces asociado con la Universidad de Chicago. Stock había comenzado su viaje acompañado de Hugo Moreno, Carlos Torres y Guillermo Romero, todos ellos vinculados de un modo u otro al Observatorio Astronómico Nacional de Chile.
La primera grata sorpresa de este grupo fue encontrar asfaltado el primer tramo de la carretera hacia el norte. Pero, cuando llegaron a Los Vilos, alrededor de las 6 de la tarde, comenzó el camino de tierra, y también sus problemas. Una rueda pinchada, un embrague cortado. Repararon el embrague con un alambre de una cerca a la orilla del camino y llegaron a La Serena a las 6 de la mañana del día siguiente.
Aun cuando el trayecto les tomó casi un día completo, toda demora valía la pena, pues allí iba el germen de lo que sería la astronomía internacional en Chile contemporáneo. La principal misión de Jürgen Stock, y el motivo de su asociación con el Observatorio MacDonald, era muy precisa: detectar cuál podría ser el mejor sitio de observación en Chile, pues esa sería la información clave para decidir si los norteamericanos decidían construir un observatorio en el hemisferio sur, y dónde lo harían. El proyecto comenzó liderado por la Universidad de Chicago, pero pronto pasaría a manos de AURA, la asociación de universidades para investigación en astronomía, por su sigla en inglés.
La misión de Stock lo llevó a recorrer lugares como Cerro Morado, Tololo y Guamayuca (en el Valle del Elqui) y La Peineta (más cerca de Copiapó). Aquí, una vista de Tololo (Crédito: Archivo Histórico de Cerro Tololo NOIRLab/NSF/AURA).
Infancia en México
Stock tenía experiencia en la evaluación de sitios de observación. Hacía algunos años había trabajado en un encargo similar en Sudáfrica. Pero, en esta misión, sus habilidades parecían particularmente idóneas, pues además de la experiencia en el llamado “site testing”, el astrónomo hablaba fluido el español debido a su infancia en México.
Ubicar un buen sitio de observación era un paso decisivo para hacer realidad el proyecto de construir un observatorio en el hemisferio sur, con la tecnología de punta que el mundo de los sesenta podía ofrecer. Por ese entonces, existía un consenso transversal entre los astrónomos de diversas partes del planeta que los cielos australes estaban significativamente menos estudiados que el hemisferio norte. De hecho, hasta entonces la mayor cantidad de observatorios y de actividades astronómicas se situaba en el hemisferio norte. En el sur, existían algunas instalaciones en Australia, en Sudáfrica y en Chile, entre otros lugares, pero eran observatorios que ya no se situaban en la ciencia de vanguardia que había promovido el contexto de la guerra fría, la carrera espacial y el exponencial desarrollo tecnológico.
Para la astronomía, era imprescindible contar con observaciones de calidad en el hemisferio sur. Los cielos del sur permitían acceder a cuerpos celestes que no eran visibles desde el norte: las nubes de Magallanes y el centro de la vía láctea eran objetos de especial interés para la investigación astronómica.
Los cielos del sur permitían acceder a cuerpos celestes que no eran visibles desde el norte: las nubes de Magallanes y el centro de la vía láctea, por ejemplo. La foto muestra las obras iniciales de Tololo (Crédito: Archivo Histórico de Cerro Tololo NOIRLab/NSF/AURA).
Rutllant, contacto clave
Esto motivó el viaje, la inversión y la posterior construcción de enormes observatorios en el hemisferio sur. Jürgen Stock fue el astrónomo que lideró esas primeras evaluaciones. El astrónomo norteamericano –de origen holandés- Gerard Kuiper, que trabajaba en el Observatorio Yerkes – asociado también a la Universidad de Chicago- era quien había promovido el plan de avanzar en torno al sueño de tener un observatorio astronómico en el hemisferio sur.
En ello, el contacto con Federico Rutllant, en ese entonces director del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) fue un paso relevante. Al pensar en la iniciativa de construir un observatorio en alguna parte del sur del mundo, sería necesario generar algún tipo de acuerdo o negociación con instituciones locales, y contar con el apoyo de actores que conocieran la realidad nacional.
Aunque el OAN no era una institución de gran peso dentro de la Universidad de Chile, podía ser una instancia que facilitara las futuras gestiones. Y la figura de Rutllant fue clave en el inicio del desarrollo de la astronomía contemporánea en el país, en tanto los esfuerzos del director del OAN convergieron con las condiciones políticas nacionales e internacionales de finales de los cincuenta, que configuraron un escenario propicio para la expansión de la ciencia astronómica en Chile.
Stock fue el astrónomo que de algún modo encarnó esa convergencia entre distintos espacios: Coquimbo, Chile, Estados Unidos, Europa y el Universo. Para lograr esa conexión estuvo, entre otros lugares, en Cerro Morado, Tololo y Guamayuca (en el Valle del Elqui), La Peineta (más cerca de Copiapó), entre Santiago y Estados Unidos, con el objetivo de alcanzar esas estrellas distantes.
Aunque Stock trabajaba para Estados Unidos, este país no era el único con intereses astronómicos en Chile. En ese momento, astrónomos europeos ya habían avanzado en la creación de ESO (European Southern Observatory), un conglomerado de naciones europeas que también buscaban construir un observatorio austral. Los primeros intentos de ESO se llevaron a cabo en Sudáfrica, pero cambiaron de planes y se volcaron hacia Chile. Para tomar las decisiones, también se basaron en los registros y en la evaluación de Jürgen Stock.
Un telescopio Danjon
De este modo, se comenzó a tejer una red interconectada que vinculó la astronomía internacional con las montañas de Coquimbo, entre los cuales también se intersectaron astrónomos nacionales y actores locales.
En cada ascenso, Stock llevaba consigo los equipos que le permitían tener una evaluación más certera sobre el seeing, es decir, cómo son las condiciones de observación, y cuánta turbulencia atmosférica podía percibir.
La tarea astronómica de Stock se inscribía en la ciencia de vanguardia. Pero, al mismo tiempo, también debía vincularse con arrieros que conocían las huellas de ascenso a las montañas, pequeños agricultores que podían interpretar las señas de las tormentas en la zona, saber cómo manejar las mulas que llevaban los equipos, observar los cóndores que podían alertar de una tormenta, recordar el código morse para comunicarse de una cima a otra mientras no llegaran los equipos de radio, entre otros aspectos frente a los que debía improvisar. Ser astrónomo en la evaluación de sitios de observación astronómica en ese entonces implicaba una serie de habilidades que iban más allá de la ciencia y que, a su vez, eran decisivas.
En cada ascenso, Stock llevaba consigo los equipos que le permitían tener una evaluación más certera sobre el seeing, es decir, cómo son las condiciones de observación, y cuánta turbulencia atmosférica podía percibir. Tener seguridad sobre este factor es clave en la calidad de las imágenes que se pueden obtener de los cuerpos celestes. Por esto, debía subir y bajar montañas cargando, al menos, un interferómetro y un telescopio Danjon.
Sus conclusiones fueron determinantes: las condiciones de observación en las montañas del Valle del Elqui eran de calidad superior. Allí había un cerro, Tololo, que tenía todas las condiciones para la construcción de un gran observatorio astronómico en el hemisferio sur. Un par de años después de aquel viaje que comenzó en febrero de 1960, la decisión estaba tomada y comenzó el proceso de construcción.
En 1968 se inauguró Cerro Tololo Interamerican Observatory, el anhelado observatorio austral norteamericano. Diversos periódicos en Chile publicaron notas y registros sobre el evento y, por primera vez, se comenzó a hablar sobre la cualidad de los cielos de Chile en el espacio público de la prensa (Crédito: Archivo Histórico de Cerro Tololo NOIRLab/NSF/AURA).
Tololo abre la conversación sobre la calidad de los cielos
Hacia el final de la década, en 1968, se inauguró Cerro Tololo Interamerican Observatory, el anhelado observatorio austral norteamericano. Diversos periódicos en Chile publicaron notas y registros sobre el evento y, por primera vez, se comenzó a hablar sobre la cualidad de los cielos de Chile en el espacio público de la prensa. Quien había medido y legitimado esa cualidad, había sido Jürgen Stock.
Hoy, el observatorio de Cerro Tololo continúa en operaciones allí donde Stock sugirió su construcción, junto con sus vecinos en montañas cercanas de la zona: La Silla, de ESO, y Las Campanas, de Carnegie, todos construidos alrededor de la misma época. Cada uno de ellos ha añadido distintos y poderosos telescopios, y otros cuantos se encuentran en construcción.
En la actualidad, ya no se experimentan aventuras como las de Stock para buscar sitios de observación astronómica. Con el correr del tiempo, ciertamente las aventuras cambian y los desafíos son distintos, pero el objetivo final sigue siendo el mismo: intentar responder preguntas sobre lo que pasa allá, a lo lejos, donde vemos el brillo de estrellas en medio de una oscuridad profunda, donde nuestros ojos apenas alcanzan a ver.