
Lanzamiento del libro “Cantus Firmus: mito y narrativa de música chilena de arte del siglo XX”
“Cantus Firmus: mito y narrativa de música chilena de arte del siglo XX” fue presentado el pasado martes 27 de septiembre en la librería Metales Pesados de la Universidad Alberto Hurtado.
La obra revisa críticamente lo que han sido los primeros cien años de actividad composicional chilena, discutiendo en especial la controversial construcción de un canon musical en un país demasiado joven como para construir sus propios arquetipos. Así, las primeras 50 páginas del libro pretenden esclarecer el proceso de formación del relato social en torno a la música chilena de arte, y, a la vez, ahondar en cómo este relato subvierte, disloca y recrea el centro estético de la música chilena docta desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Al mismo tiempo, el libro aborda las 40 obras de música chilena de tradición académica que más han trascendido a la sociedad chilena. Las obras fueron escritas 1918 y 1999 y fueron situadas en el contexto sociocultural en que fueron compuestas y estrenadas. Se comenta en el libro, el discurso crítico que generaron en su época y se incluye una ficha de cada obra con el análisis de sus características estilísticas y formales. Las obras se seleccionaron en función de su relevancia social en Chile, determinada por su incorporación al repertorio de solistas y agrupaciones; sus ediciones discográficas y/o en partitura; su presencia en antologías previas (especialmente la de la SCD/Bicentenario); y por haber generado un discurso crítico en torno a ellas. Este discurso, ha sido publicado por la Revista Musical Chilena, revista Resonancias, otras publicaciones periódicas, algunas tesis, y varios libros sobre música chilena editados en el país.
El propósito principal de la obra fue construir una guía que oriente al estudioso y al público común en la audición estilística y formal de un grupo de obras chilenas del siglo XX, que se encuentran actualmente en circulación en los cerca de 150 CDs de música docta chilena producidos, en su mayoría, gracias al Fondo de la Música. También se busca promover la asociación del trabajo analítico del compositor con el trabajo histórico-social del musicólogo, buscando puntos de encuentro entre ambas miradas (o escuchas) que revitalicen el estudio de la música chilena contemporánea.
La falta de una historia de la composición en Chile y de sus circunstancias socioculturales de desarrollo llevó a los autores a dar un paso en esa dirección. Este paso, junto con contribuir a orientar la audición de una selección de obras nacionales grabadas y en circulación esta última década, permite contar con una base analítica para construir, en un futuro cercano, una historia de la composición musical en Chile, socialmente informada.
El libro incluye un CD con los registros MP3 de las cuarenta obras seleccionadas, lo que permite que el lector pueda audicionar la obra siguiendo la ficha técnica incluida en el libro. Las obras seleccionadas son las siguientes:
Compositor | Obra | Año |
Enrique Soro | Gran concierto en Re mayor para piano y orquesta | 1918 |
Pedro H. Allende | La voz de las calles | 1920 |
Alfonso Leng | La muerte de Alsino | 1921 |
Acario Cotapos | Sonata fantasía | 1924 |
Próspero Bisquert | Procesión del Cristo de Mayo | 1930 |
Jorge Urrutia B. | Pastoral de Alhué | 1937 |
Carlos Isamitt | Evocaciones huilliches | 1945 |
Domingo Santa Cruz | Preludios dramáticos | 1946 |
Juan Orrego Salas | Concierto para piano Nº 1 | 1950 |
Eduardo Maturana | Diez micropiezas | 1950 |
Carlos Botto | Diez preludios para piano | 1952 |
Leni Alexander | Cinco epigramas para orquesta | 1952 |
Roberto Falabella | Estudios emocionales | 1957 |
Gustavo Becerra | Sinfonía Nº 2 De profundis | 1957 |
León Schildlowsky | Concierto para seis instrumentos | 1957 |
Darwin Vargas | Obertura para tiempos de Adviento | 1958 |
Fernando García | América insurrecta | 1962 |
Gabriel Brncic | Quodlibet III | 1966 |
Miguel Letelier | Instantes para orquesta | 1966 |
Alfonso Letelier | Preludios vegetales | 1968 |
Tomás Lefever | Concierto sinfónico para gran orquesta | 1970 |
Juan Amenábar | Ludus vocalis | 1973 |
Hernán Ramírez | Septeto Op. 45 | 1976 |
Cirilo Vila | El fugitivo | 1978 |
Santiago Vera | Apocalíptika II | 1988 |
Eduardo Cáceres | Epigramas Mapuches | 1991 |
Sergio Ortega | Tacuabé | 1992 |
Rolando Cori | Give me you Heart | 1992 |
Jorge Martínez | Tonada trunca para muchacha roja | 1992 |
Fernando Carrasco | Trihuela | 1993 |
Andrés Alcalde | Llonguein | 1993 |
Luis Advis | Invitación al vals | 1994 |
Boris Alvarado | Ollaqui | 1994 |
Pablo Aranda | Di | 1995 |
Carlos Zamora | Quinteto de vientos Nº 1 | 1995 |
Alejandro Guarello | Cuarterola | 1998 |
Gabriel Mathey | Parrianas 1 | 1998 |
Rafael Díaz | Pascual Coña recuerda | 1998 |
Guillermo Rifo | Fejelé | 1999 |
Aliosha Solovera | Mimetis | 1999 |
Este libro posee un diseño gráfico fresco y atrayente. El objetivo es que atractivo no sólo para el estudioso sino también para el lector común. Los textos críticos y analíticos fueron dispuestos de tal modo que el lector podrá escoger su propia ruta de lectura. El libro posee un CD con todas las obras antologadas, de modo de que el lector tiene a su disposición el respaldo sonoro que complementará su lectura.
La naturaleza de este libro interactivo está en sintonía con el joven lector chileno, “nativo” de los medios informáticos y bombardeado de información on line. Es por eso que la parte gráfica y el modo particular de desplegar los artículos fueron los factores más importantes a considerar en su diseño gráfico. También su condición de libro-disco permite acceder a cien años de música chilena de arte de modo fácil y expedito, cualidades esenciales que debe poseer la historiografía del siglo XXI.
El libro de la composición chilena faltaba en la historiografía musical chilena y se propone ahora porque la música chilena de arte ya posee una tradición propia, autónoma y saludable. Puede ponerse de pie por sí misma, y, pese a algunos esfuerzos aislados en el siglo XX como los libros de Vicente Salas Viu (1951, La creación musical en Chile) y de Samuel Claro-Jorge Urrutia Blondel (1973, Historia de la Música en Chile), gran parte de su periplo no ha sido registrado, analizado y criticado.
Por otro lado, la música chilena de arte hace tiempo que dejó atrás su carácter elitista y de ser patrimonio de la clase acomodada de Chile. Hoy en día, el compositor chileno proviene de distintas capas sociales, e incluso el descendiente de nuestros pueblos originarios es él mismo el “compositor chileno”. Esto ha generado un cambio radical del eje socio-estético de la otrora música chilena “docta” o académica. Este desplazamiento debe ser estudiado y comunicado para que el lector general sepa que el término “docto” ya no posee las connotaciones que antes tuvo y que ahora la academia ha comenzado a ser más cercana a la cultura de toda la sociedad chilena. Durante casi cien años se estuvo construyendo la imagen de una música chilena docta, elitista, disociada y epigonal. Sin embargo, en la propia música chilena se aprecia una creación de un relato de identidad vinculado a una sociedad criolla transversal, en donde personajes marginales como el indígena también tienen cabida en la interpelación obra-sociedad. Por tanto, las bases sonoras y socio-estéticas de la música chilena docta se asientan en un sustrato social estratificado, difuso y controversial.
Algunas imágenes del evento: