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Vivina Bravo se incorpora al Departamento de Historia UAH: “La historia no es sólo un relato de desastres, sino también una fuente de esperanza”

2 octubre, 2023

Viviana Bravo Vargas es Doctora y Magíster en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, con estudios postdoctorales en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la misma casa de estudios. Ha concentrado su trabajo en la historia política y social de Chile, las trayectorias de la protesta urbana y los procesos de resistencia y organización popular durante la dictadura militar.

La académica, autora de libros como “Piedras, barricadas y cacerolas: Las Jornadas Nacionales de Protesta (Chile 1983-1987” y “La izquierda en movimiento: clase trabajadora y luchas populares en América Latina: siglos XX y XXI”, se integra al Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado. Por eso conversamos con ella, buscando conocer sobre sus investigaciones, su reflexión sobre el futuro de los movimientos sociales, el Consejo Constitucional y, por supuesto, su experiencia en la UAH.

 ¿Qué la motivó a enfocarse en la historia política y social de Chile?

El gran interés y desafío ha sido problematizar el desarrollo del capitalismo en Chile y las diversas respuestas emanadas desde el campo popular como aporte a los procesos de democratización y construcción de ciudadanía en el siglo XX. En ese sentido, las herramientas metodológicas brindadas por la nueva historia política como de la historia social me entregaban las herramientas necesarias para comprender la compleja constelación conformada por procesos estructurales, la conformación del Estado y las culturas políticas, inspiraciones ideológicas y asociativas, pero también componentes subjetivos y cotidianos presente en la construcción y desarrollo de fuerzas sociales. Si bien, mi perspectiva se sitúa desde la movilización de los sectores populares, se trata o aspiro -como proponía Eric Hobsbawn- problematizar la historia de la sociedad en su conjunto.

 ¿Cuáles son los principales eventos históricos que ha investigado en relación con la protesta urbana y la resistencia popular en Chile?

 Mis primeras investigaciones intentaron desentrañar el periodo de la dictadura civil y militar chilena desde la perspectiva de los procesos de resistencia y organización popular que se gestaron durante ese período. Primero, desde la organización y el compromiso militante bajo la cultura política comunista, que reivindicó el derecho a la rebelión para enfrentarla. Posteriormente, reconstruí el ciclo de protesta conocido como las Jornadas de Protestas Nacionales contra la dictadura, que se desarrolló con fuerza entre 1983 y 1987. Esa investigación abrió diversas interrogantes sobre las sedimentaciones históricas que están presentes en la experiencia rebelde ¿cómo se construyeron históricamente nuestras formas de protestar e interpelar al poder ¿cuáles eran las tradiciones de lucha que se activaban en las protestas callejeras? ¿cómo se relacionan con ciertas demandas, identidades y formas de organización? ¿qué información nos pueden entregar los conflictos latentes a la hora de comprender nuestra sociedad? Por ello la siguiente inquietud fue reconstruir las protestas urbanas de los años 40 y 50 o el período que conocemos como Estado desarrollista, que no había suscitado la suficiente atención desde el punto de vista de la reconstrucción histórica. Hitos emblemáticos como la matanza de la Plaza Bulnes en enero de 1946, donde cae asesinada la joven Ramona Parra junto a otros obreros, la rebelión de la chaucha de agosto de 1949 y diversos paros nacionales acompañados de una nutrida participación popular fueron develando la conformación de diversas tradiciones de lucha que componen la trayectoria de la protesta social chilena.

 ¿Cuáles son sus perspectivas sobre el futuro de la protesta en Chile a partir de su investigación histórica?

Estoy convencida, y la evidencia histórica es contundente, que las protestas sociales han jugado un papel democratizador en la historia de Chile. Primero ha sido la movilización y organización popular, después la sensibilización y recepción por parte de las elites y posteriormente, su materialización en la ley. No ha sido fácil ni tampoco un proceso ascendente, -y las matanzas obreras y populares son prueba de ello- así ha sido en los diversos contextos y reestructuraciones del capitalismo en Chile, es decir, en su fase oligárquica, desarrollista y neoliberal. El movimiento popular ha debido luchar para lograr cada derecho social, como el descanso dominical, la regulación de la jornada laboral, protección ante accidentes en el trabajo, acceso a la vivienda, educación y salud, entre otros. El derecho a voto y a ocupar cargos de representación pública también ha sido fruto de esa movilización, que logró –en un proceso que duró décadas- que se fueran liberando los candados que restringía la participación popular. Por lo tanto, mientras la insensibilidad de las elites siga ganando terreno, continúen concentrando la riqueza, y no se responda a las causas del malestar social con medidas de fondo, la posibilidad de nuevas protestas o incluso rebeliones populares como la de 2019 estarán absolutamente vigentes.

 Si hablamos de futuro ¿Qué implica lo que ha sido aprobado por el Consejo Constitucional respecto a las limitaciones del derecho a huelga de los trabajadores?

Los derechos sociales no sólo han debido conquistarse a través de una larga trayectoria de luchas, organización popular y matanzas obreras; también han debido defenderse de las diversas estrategias a las que han apelado los sectores conservadores para constituirse en fuerza dominante y maximizar sus ganancias. En el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, reflexionamos bastante sobre la extrema violencia que incubó a nuestra sociedad actual, los alcances de la refundación capitalista neoliberal y los retrocesos en materia de derechos sociales que implicó para la ciudadanía en general, pero aún más para los sectores más desposeídos.

En el marco del plan Laboral ideado e implementado por José Piñera en 1979, los trabajadores sufrieron un proceso de despojo sumamente violento, que reforzó la precariedad y desprotección al trabajo. Tal como ha documentado la historiografía, significó un verdadero quiebre con la posición que los trabajadores habían conseguido hasta entonces. Una de ellas fueron los límites a la negociación colectiva. Sin duda, el avance de la ultraderecha se enmarca en esa inspiración y refuerza esta tendencia. Los consejeros republicanos nos exponen el proyecto de país que nos espera si estas fuerzas siguen avanzando posiciones. Lo mismo ocurre con otros derechos sociales duramente alcanzados que también corren serio peligro de retroceso.

¿Por qué es importante esta área de estudio?

 Vivimos un proceso complejo de apatía ciudadana, de desinterés por la cosa pública y desprestigio de la clase política. También de esfuerzos activos por criminalizar y neutralizar la movilización social, y las recientes declaraciones de Sebastián Piñera sobre la revuelta de 2019 son prueba de ello. En ese sentido la investigación histórica desde el punto de visto de la protesta y participación popular nos permite no sólo iluminar la catástrofe que nos condujo a este estado de cosas, sino descubrir en el presente posibilidades ocultas.

Los estudios en torno a la protesta popular nos demuestran que las luchas sociales históricamente cumplieron un rol democratizador que vigorizó la esfera de lo político en Chile. En ese marco, nuestra democracia y su institucionalidad no solo fue el terreno de las elites que construyeron el Estado, a puertas cerradas, sino que también se trató de una experiencia colectiva que se construyó en las calles, campos, en esquinas y plazas, para interpelar al poder y demandar condiciones de vida y trabajo dignas. Esas historias nos permiten comprender las otras posibilidades que quedaron en ese camino, e iluminar el presente con nuevas inspiraciones.

¿Cuáles son sus expectativas en términos de contribución al departamento y a la comunidad  universitaria en general desde su área de estudio?

 Estoy convencida que es la oportunidad, por una parte, de seguir desarrollando líneas de investigación que tengan a la historia política desde la perspectiva de la participación, movilización popular y construcción de ciudadanías como eje de análisis y problematización pero también en futuros proyectos, publicaciones y en los espacios de docencia en los que pueda aportar. A corto plazo, espero continuar fortaleciendo el intercambio y diálogo académico, que nos permita conformar un grupo de trabajo interdisciplinario que tenga a la investigación histórica como disciplina articuladora, en diálogo con otros campos del saber, en aras de reflexionar de manera sistemática sobre los conflictos que mantienen en movimiento a nuestras sociedades, a partir de las propias experiencias ciudadanas y a la luz de sus desafíos actuales.

 ¿Te identificas con el espíritu de la UAH?

Completamente. He tenido la satisfacción de dar clases en los programas de Licenciatura y Magíster de la UAH, constatando que la misión y vocación de la universidad coincide con los valores y principios humanistas que inspiran mi trabajo y proyecto académico, con un nivel a escala humana que permite una estrecha colaboración entre colegas y también una preocupación y seguimiento hacia los/las estudiantes.

Me gustaría destacar, además, el orgullo de pertenecer a una comunidad que puso un sello crítico, solidario y humanista, con perspectiva hacia el bien común, en cada actividad planificada en el marco de los 50 años.

¿Qué consejo entregarías a las y los futuros historiadores?

 Lo mismo que intento transmitirles en el aula. Que lo que investigamos debe tener un valor social e incidir en el presente, por ello intenten pensar e interrogar a las fuentes a contrapelo del discurso dominante. En ese camino, les transmitiría la importancia de leer y leer de todo, principalmente libros de historia, pero también novela, poesía y prensa. Que practiquen la escritura y que ensayen nuevas estrategias narrativas, que utilicen toda su creatividad para transmitir la historia más allá de los muros académicos para alcanzar comunidades cada vez más amplias, con un lenguaje riguroso pero sencillo. Y no olvidar, como nos advertía un querido maestro, que la historia no es sólo un relato de desastres, sino también una fuente de esperanza, lo que nos permite pensar posibilidades ocultas y alternativas prácticas para el presente. Queda mucho campo por investigar, fuentes por encontrar, y sobre todo, nuevas preguntas que intentar responder.